...En la Euforia de la Música...

Había una risa abundante que resonaba y resonaba en mi oído, parecía una especie de rueda de la fortuna que golpeaba cada vez con el apuntador del premio.. ese típico: "tac-tac-tac...".
La verdad es que las luces me hacían caer aún más en una euforia algo colectiva, donde todos dejábamos de ser únicos y nos hacíamos parte de un todo. De un cosmos, de una energía en tránsito que jamás acababa.

Esos bellos matices sonoros, donde los tonos altos de la música denominada connotativamente como "electrónica" se alienaban en perfecta sintonía con los perplejos y trémulos sonidos de zapateos, saltos, movimientos peristálticos orgánicos, ejes rotativos de extremidades musculares y bucales, era algo muy jocoso a simple vista, pero que si se sentía o se hacía parte de ese éxtasis, era una euforia a prueba de balas o límites mecanicistas, creo que eso era, un sentimiento que sólo quería salir y brotar en medio del tumulto, y acopio de seres resonando y saltando como las burbujas de agua apunto de cambiar de estado cuando ebullen.

Era realmente algo mítico, algo de otras generaciones, donde el poder gestual, ese lenguaje kinésico y proxémico valía más que palabras pronunciadas o códigos lingüísticos hablados.

¿Y cómo se unían todas estas magníficas y misceláneas sensaciones?

Con la pretérita y amada música, es que con esas sonoras y anheladas notas que unidas en un pentagrama, hacían que el tono y el dulce sonido fueran el colofón de una noche de placer u orgasmo energético.