 
  Todo se está volviendo Quijotesjacamente un desafío!
El Gato con botas y añoranzas de sueños inefables!
 
 
  Sólo se debe esperar, pues tanto los árboles caen sólo cuando son derribados por el acontecer humano, pues de sólo caen los más antiquísimos y creo que aún queda para ello... sólo respirando por fin el aire que siempre soñé respirar y el cual sabría que estaría embotellado para mí.
Sólo se debe esperar, pues tanto los árboles caen sólo cuando son derribados por el acontecer humano, pues de sólo caen los más antiquísimos y creo que aún queda para ello... sólo respirando por fin el aire que siempre soñé respirar y el cual sabría que estaría embotellado para mí.  Muchas veces pensé en qué querer estudiar o qué sería de mí en unos años más, a lo que comunmente le llama el mundo un "flash-forward"... Jamás logré visualizar el qué estudiaba o el qué hacía en esos momentos relativos del espacio temporal. ¿Por qué?... Aún no lo entiendo. Lo más jocoso es que me veía feliz, rodeado de gente y siempre ayudando, pues recuerdo que a menudo recibia los típicos "Muchas gracias!". En un comienzo deducí que era algo relativo a la medicina o área salud, quizás nunca pude decifrar cual era específicamente mi rubro. Por otro lado pensé en la literatura, pues más allá de ayudar, hacía que la gente se trasladara mediante unas palabras a un lugar desconocido a un mundo onírico, donde sólo ellos podían reconocer,lo.
 Muchas veces pensé en qué querer estudiar o qué sería de mí en unos años más, a lo que comunmente le llama el mundo un "flash-forward"... Jamás logré visualizar el qué estudiaba o el qué hacía en esos momentos relativos del espacio temporal. ¿Por qué?... Aún no lo entiendo. Lo más jocoso es que me veía feliz, rodeado de gente y siempre ayudando, pues recuerdo que a menudo recibia los típicos "Muchas gracias!". En un comienzo deducí que era algo relativo a la medicina o área salud, quizás nunca pude decifrar cual era específicamente mi rubro. Por otro lado pensé en la literatura, pues más allá de ayudar, hacía que la gente se trasladara mediante unas palabras a un lugar desconocido a un mundo onírico, donde sólo ellos podían reconocer,lo. El verse correr por los pasillos de su vecino Luis, el jugar con Ágatha a las muñecas de trapo, el siempre comer panecillos a escondidas de su Tío Juan Carlos por temor a un regaño, el tener que siempre esconderse detrás de la puerta del comedor central para no ir a la ducha con su mamá, y asimismo día a día tener que atravesar por la madrugada la viga de contención para poder ver a Tomás. Aquel joven que siempre le sonrió cuando ella estaba enfadada o sola después de un regaño injusto, ese niño que siempre guardó los secretos más ocultos de la pequeña Sandra... quizá aquel recuerdo imborrable del brillos de los ojos de Tomás aún yacía en el corazón lleno de corazas injustificadas de Sandra; pues era ese color, ese reflejo de su alma, esa veracidad y tierna mirada la que le hacía sentir ese fuego interno, esa respiración agitada e incontrolable, esos suspiros insoslayables por su mente y al mismo tiempo trasportarla a otros mundos lejanos a su realidad juvenil. Por milésimas de segundos, Sandra no se sentía ella misma, sentía estar desfasada en su tiempo transcurrido y miraba lo que había vivido sin juzgarlo, fue quizá el momento más emocionante de su vida –hasta entonces-. Todo se irrumpió por un bocinazo zumbante y potente en el tímpano de Sandra proveniente de un camión que procuraba no atropellarle. Llena de pavor y temblorosa, saltó al jardín de su madre y pudo otra vez escuchar el “Tic-Tac” infinito del reloj de salón en la casa de su madre.
 El verse correr por los pasillos de su vecino Luis, el jugar con Ágatha a las muñecas de trapo, el siempre comer panecillos a escondidas de su Tío Juan Carlos por temor a un regaño, el tener que siempre esconderse detrás de la puerta del comedor central para no ir a la ducha con su mamá, y asimismo día a día tener que atravesar por la madrugada la viga de contención para poder ver a Tomás. Aquel joven que siempre le sonrió cuando ella estaba enfadada o sola después de un regaño injusto, ese niño que siempre guardó los secretos más ocultos de la pequeña Sandra... quizá aquel recuerdo imborrable del brillos de los ojos de Tomás aún yacía en el corazón lleno de corazas injustificadas de Sandra; pues era ese color, ese reflejo de su alma, esa veracidad y tierna mirada la que le hacía sentir ese fuego interno, esa respiración agitada e incontrolable, esos suspiros insoslayables por su mente y al mismo tiempo trasportarla a otros mundos lejanos a su realidad juvenil. Por milésimas de segundos, Sandra no se sentía ella misma, sentía estar desfasada en su tiempo transcurrido y miraba lo que había vivido sin juzgarlo, fue quizá el momento más emocionante de su vida –hasta entonces-. Todo se irrumpió por un bocinazo zumbante y potente en el tímpano de Sandra proveniente de un camión que procuraba no atropellarle. Llena de pavor y temblorosa, saltó al jardín de su madre y pudo otra vez escuchar el “Tic-Tac” infinito del reloj de salón en la casa de su madre.  Golpeó lentamente la puerta y aún en estado de somnolencia gritó un: ¡Mamá abre llegué, soy YO!. En eso y de manera casi tenebrosa se abrió la cortina de la ventana izquierda e inferior de la casa de niñez de Sandra. ¿Quién se asomaba a mirar los gritos desesperados?, pues era su mismísima madre, Lucrecia la que por años irrumpió de manera obsesiva y a veces hasta enmarañada en la vida sentimental y social de Sandra. Con una cara arrugada y lejos de mostrar la firmeza y cruda forma de ser de antaño, la señora Lucrecia abrió con cautela el cerrojo y pestillo de su casona sobreviviente al feroz incendio; aunque se escucho el suspiro de alivio de Sandra por ver a su madre sana y salva hasta el negocio de la esquina de enfrente, su rostro por el contrario no mostró ningún gesto amigable ni sentimental a su antiquísima madre. Por razones obvias para cualquiera, en Sandra por fin se abrían los caminos pedregosos ante una nueva forma de pensar y actuar ante la vida; aunque el orgullo y el dolor aún quemaban en su interior como una piedra recién expulsada de un magma en erupción.
Golpeó lentamente la puerta y aún en estado de somnolencia gritó un: ¡Mamá abre llegué, soy YO!. En eso y de manera casi tenebrosa se abrió la cortina de la ventana izquierda e inferior de la casa de niñez de Sandra. ¿Quién se asomaba a mirar los gritos desesperados?, pues era su mismísima madre, Lucrecia la que por años irrumpió de manera obsesiva y a veces hasta enmarañada en la vida sentimental y social de Sandra. Con una cara arrugada y lejos de mostrar la firmeza y cruda forma de ser de antaño, la señora Lucrecia abrió con cautela el cerrojo y pestillo de su casona sobreviviente al feroz incendio; aunque se escucho el suspiro de alivio de Sandra por ver a su madre sana y salva hasta el negocio de la esquina de enfrente, su rostro por el contrario no mostró ningún gesto amigable ni sentimental a su antiquísima madre. Por razones obvias para cualquiera, en Sandra por fin se abrían los caminos pedregosos ante una nueva forma de pensar y actuar ante la vida; aunque el orgullo y el dolor aún quemaban en su interior como una piedra recién expulsada de un magma en erupción. Cuando irrumpió por fin en la calle, Sandra sin más “peros” detuvo el primer taxi que se acercó y de forma casi instantánea se quedó quieta y en mutis en él. En un principio el chofer que estaba a cargo de su viaje no dijo nada, pues era una avenida y no habían curvas, cuando llegaron a la primera desviación Sandra con seguridad pero al mismo tiempo miedo le acercó una dirección al volante en un papel amarillo con un simple- Lléveme allí- a lo que impactado por la falta de comunicación de su pasajera, el chofer impávido y quizás confuso atinó con un aún más escueto –ok, señorita-. En ese instante, Sandra notó que no hizo caso a las noticias que antes oyó y por ende no tendría el agua necesaria después de venir de donde su madre -otra huella más de su infaltable enclaustro mental-.
 Cuando irrumpió por fin en la calle, Sandra sin más “peros” detuvo el primer taxi que se acercó y de forma casi instantánea se quedó quieta y en mutis en él. En un principio el chofer que estaba a cargo de su viaje no dijo nada, pues era una avenida y no habían curvas, cuando llegaron a la primera desviación Sandra con seguridad pero al mismo tiempo miedo le acercó una dirección al volante en un papel amarillo con un simple- Lléveme allí- a lo que impactado por la falta de comunicación de su pasajera, el chofer impávido y quizás confuso atinó con un aún más escueto –ok, señorita-. En ese instante, Sandra notó que no hizo caso a las noticias que antes oyó y por ende no tendría el agua necesaria después de venir de donde su madre -otra huella más de su infaltable enclaustro mental-. La respuesta a sus interrogantes no fueron respondidas de inmediato, quizá pasarían años para poder acertar de manera exacta -tal como lo hace un engranaje en un motor- qué fue lo que pasó o qué la llevó a esa situación tan alejada de su esencia. Apenas encendió el televisor notó que el Lunes alzaban los micros, que había que comprarse bidones de agua pues la cortaban a las 00.00 horas del Domingo, que debía planificar su vuelo con su empresa de aerolíneas para la semana entrante y que había ocurrido un incendio en los suburbios aledaños a la casa de su madre; quizá muchas malas noticias para unos simples minutos… pero creo que era lo que la televisión le hacía ver a Sandra y asimismo ella lo recepcionaba en su estado post-reflexión.
 La respuesta a sus interrogantes no fueron respondidas de inmediato, quizá pasarían años para poder acertar de manera exacta -tal como lo hace un engranaje en un motor- qué fue lo que pasó o qué la llevó a esa situación tan alejada de su esencia. Apenas encendió el televisor notó que el Lunes alzaban los micros, que había que comprarse bidones de agua pues la cortaban a las 00.00 horas del Domingo, que debía planificar su vuelo con su empresa de aerolíneas para la semana entrante y que había ocurrido un incendio en los suburbios aledaños a la casa de su madre; quizá muchas malas noticias para unos simples minutos… pero creo que era lo que la televisión le hacía ver a Sandra y asimismo ella lo recepcionaba en su estado post-reflexión.  Aquel día de verano, el cual parecía ser uno de los típicos de la vida de Sandra, comenzó como estaba escrito, de manera extraña e inconfundible. Tal vez esta era la única oportunidad de cambiar y girar de forma casi rotunda una vida algo vacía y llena de intimidad. Asimismo estaba claro que este día sería el único y más hermoso de su camino personal. Así fue como muy temprano, Sandra despertaba de manera casi automática ante un pequeño brillo en su cara, el cual jamás había atravesado la oscura cortina de la habitación de tonalidad distintiva de su personalidad. El acto a seguir fue como lo propio en sus acciones, no se percató de la presencia azarosa del haz de luz típico de una mañana despejada intentando abrir sus ojos de manera involuntaria. Trató como típicamente intentamos todos de zafarse de aquel molesto acontecer y no salir al estado de vigilia que poco a poco se aproximaba. Al fin, por vencida dejó su almohada que aferraba de manera rabiosa en su rostro y allanó el piso con sus pies descalzos. En un principio, no sintió el frío intimidante de una cerámica llana y tímida, sino sólo el equilibrio temporal de su cuerpo en una habitación aún oscura y como laberinto ante un andar. Apenas sintió el voraz frío en sus plantas somnolientas, dio saltos interminables y balanceándose de manera rápida, logró alcanzar sus típicos y quizá nunca antes usados zapatos de dormir. En ese instante, ya con seguridad para enfrentar el aguerrido e insistente brillo, abrió de manera lenta aquel visillo y logró tener el primer contacto con una ciudad que le era apacible y hermosa. Por primera vez en quizá días, meses o hasta años Sandra se había detenido a mirar una paisaje tan silencioso y admirable.
 Aquel día de verano, el cual parecía ser uno de los típicos de la vida de Sandra, comenzó como estaba escrito, de manera extraña e inconfundible. Tal vez esta era la única oportunidad de cambiar y girar de forma casi rotunda una vida algo vacía y llena de intimidad. Asimismo estaba claro que este día sería el único y más hermoso de su camino personal. Así fue como muy temprano, Sandra despertaba de manera casi automática ante un pequeño brillo en su cara, el cual jamás había atravesado la oscura cortina de la habitación de tonalidad distintiva de su personalidad. El acto a seguir fue como lo propio en sus acciones, no se percató de la presencia azarosa del haz de luz típico de una mañana despejada intentando abrir sus ojos de manera involuntaria. Trató como típicamente intentamos todos de zafarse de aquel molesto acontecer y no salir al estado de vigilia que poco a poco se aproximaba. Al fin, por vencida dejó su almohada que aferraba de manera rabiosa en su rostro y allanó el piso con sus pies descalzos. En un principio, no sintió el frío intimidante de una cerámica llana y tímida, sino sólo el equilibrio temporal de su cuerpo en una habitación aún oscura y como laberinto ante un andar. Apenas sintió el voraz frío en sus plantas somnolientas, dio saltos interminables y balanceándose de manera rápida, logró alcanzar sus típicos y quizá nunca antes usados zapatos de dormir. En ese instante, ya con seguridad para enfrentar el aguerrido e insistente brillo, abrió de manera lenta aquel visillo y logró tener el primer contacto con una ciudad que le era apacible y hermosa. Por primera vez en quizá días, meses o hasta años Sandra se había detenido a mirar una paisaje tan silencioso y admirable.