
Primero estaba un joven muy extrovertido al cual le apodaban Fabu! siempre lleno de vida y alegría para regalar al mundo, en que su bondad se notaba desde la lejanía que lo vía yo. Tan sutil en su trato al mundo, tan lleno de ideales, con ganas de poder demostrar a su entorno que se puede luchar por más que la vida te ponga infinitos obstáculos, con una fuerza interior única y por lo demás admirable. Nunca había logrado ver a alguien quién pudiera amar tanto al humano por su esencia que por su corpórea forma; aunque me asusté de dañarle se notaba que en su vida diaria daba a sus seres amados una muestra de amistad y apoyo notable. Al instante de mi absorta mirada en aquel joven logré divisar una muchacha dispar, algo ensimismada en su acontecer natural (entorno), de no muy alta estatura, delgada silueta, morena tez y pelo marrón-negro. Con una vestimenta algo distinta a todos, con una mirada siempre a los ojos de su público y con una energía visual de sencillez ante lo académico que era envidiable. Siempre estaba con un relajo despampanante a lo que en verdad a ella le importaba, siempre llenada de defectos al ramo en estudio que al final meditabas un segundo y entendías muy bien su posición, pues realmente y siendo honestos el estar sentados allí en vez de estar fuera tirados en un pastizal absorbiendo sol como lagartijas era muy placentero. Le llamaban Cony, siempre quise intentar conocer más a ese extraño ser, pues algo me intrigaba que no podía explicarme y con ella al poder hablar del mundo y abrir mi corazón sentía una confianza extrema casi escalofriante, pues apreciaba una similitud de vidas algo inefable. Siempre con la palabra precisa ante cualquier desdén del inconsciente me hacía acercarme aún más a su intrincada forma de vivir. Creo que le hacía muy bien a mi “yo” pues lo sacaba de un mundo tan terrenal y burbujístico como era la Universidad y lo llevada a un campo lleno y vacío de ideas para construir, plantar y después cosechar; casi me invitaba a mi a entrar a ese mundo con mi “yo” y hacernos uno solo y empezar a vivir en ese mundo, era tan sensacional que jamás dejaría que se alejara de mi vida al mismo estaba ese amigo que con sus sensacional forma de ver lo positivo de lo todo tan nefasto me hacía sonreír por lo más insignificante y me enseñaba a valorar cuán es importante un detalle en un gran objeto.
Terminando el año logré por fin ser uno y ya no sentirme separado de mi inconsciente, pues ya podía levitar por los caminos agrestes con un temple propio y era obvio, pues ya no estaba solo estaban aquellos seres mágicos que hicieron que de un día a otro lograra entender un poco más en camino que había elegido y cómo fácilmente podía empezar a decorarlo como yo quisiese. Ahora sólo queda continuar en este mundo tan numérico y falto de literatura, pero estoy tranquilo pues ya sé que no estoy solo.