Caminos sin retorno…

Aquel día de otoño salí con unas ganas incesantes de saber qué era lo que realmente me motivaba a caminar, aceptar los consejos periódicos, las recriminaciones interminables sobre un tópico desacorde y aún así mantenerme firme –aunque mostrando una plausible tristeza- ante aquel meandro dialéctico del destino, en el plano social.

Lo más complejo aún fue notar que la respuesta siempre estuvo delante de mis ojos, aunque debo decir, que el vivir el engaño fue genial, tuvo sus pesares –no lo niego- pero a la vez fue un sueño, una utopía, una cuestión diáfana que no poseía aserciones posibles por la lingüística. Como dicen por allí: “de lo bueno, poco”.
La cotidianeidad siempre nos lleva a notar los cambios progresivos de un modo incesante en el actuar por parte de los genes que componen nuestro constreñido código genético. Lamentablemente hoy por hoy, nada es totalmente descifrable ante nuestros ojos o suposiciones inciertas – falaces-.

¿Será que realmente estuve ciego? –creo que ciego no es una definición completamente acertada, pues sí veía- ¡claro que veía!-, el punto es: “¿Quería dejar de aguantar o cuestionarme aquel escalabroso modo lacónico de vivir, ese dialéctico meandro del destino?”
La respuesta se decidirá en el tiempo.

Tal vez nada es completamente cierto, por qué lo que dice la sociedad o un grupo mayoritario y/o minoritario se define como correcto. La pregunta es común entre todos. Aunque claro queda, que la única forma de ceñirse a una ley, doctrina, fe o creencia social, es delimitar un actuar de acuerdo a ideales o cánones utópicos. ¿Utópicos?, lamentablemente sí, pues se quedan en simplemente ser oníricos ante una sociedad casi indestructible en sus estructuras fijas y establecidas. ¿Cobardes? – Tal vez sí, quizás no, si eres un juez pues falla en razón de lo correcto-.

Como se deduce, la única forma de que yo tenga un ideal “creíble” o “legítimo”ante un sistema es que además de mí, existan otras personas que lo crea como cierto o una única tautología tácita en todo mi actuar. ¿Generalizar debajo de un ideal?... ¡No! –Aunque a veces se cae en ello de una forma típica o profana como el “o es blanco o negro”-. Entonces se concluye, que la única forma en que yo profese o ACTUE mi utópico y soñado ideal, es que además de mí, haya otros que me crean y cambien su destino en pos de mi verborrea -tal vez verdadera o falaz-.

Debo entonces creerme el dueño o juez, tal vez hasta llamarme “el elegido de cambiar el mundo o un sistema”… responde: “¿Quién soy yo?”, puedes responderme sin ceñirte a lo que te han dicho que eres los mismos ejemplares del sistema tal vez escupido o asqueado por tu misma persona.

Cambia el destino, está bien, pues haz lo que desees y creas como correcto… pero no cambies los sueños o ideales de los que creen en otras utopías- tal vez parecidas a las tuyas o simplemente completamente opuestas-. Tal vez después de cambiar o “destruir” y/o “reformar” lo que creíste como tu única verdad ante todos, ya no haya tiempo de retornar al camino inicial.

Tal vez ya no sea de vital importancia el cómo o el qué se hizo para llenar al deseado o anhelado ideal, y sea válido sus costos.
¿Pero qué hay de la memoria en mí y en los otros –conciencia de sí-?
Quizás esta bien haber cambiado mi vida, pero qué hay con los sueños de los otros, puedo volver a retornarlos al camino que llevaban antes de haberme conocido…
Pues creo que NO.
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Definitivamente las burbujas ya me tiene loco...
Te pienso, te siento, te extraño.